Dos primas, Eva y Mónica Malenska, cuelgan en la página web de su familia sus correspondientes perfiles personales. Eva es inquieta, Mónica sedentaria; Eva vuela en planeadores, Mónica es escribana; Eva viaja, Mónica escribe. Ambas comparten su gusto por los lances del mundo virtual; ambas anhelan, con buenas dosis de expectación y recelo, que un extraño, un inconcebible extraño, las conecte a través de la red. Lanzadas al terreno de las posibilidades infinitas, las primas Malenska toman sus riesgos y juegan, entonces, la mascarada de los mensajes anónimos, de los nicks cautivantes, de la seducción sin rostro, del erotismo dosificado e inmaterial. De este modo La telaraña no ha hecho más que empezar. Porque en esta, su primera novela, Marcela Atienza teje con gran perspicacia la trama de un universo sin límites. Allí sus personajes se mueven a grandes distancias pero, al mismo tiempo, en el foco mismo de la intimidad. Esta paradoja tensiona los hilos de un misterio fascinante, forjado tanto por los beneficios de azar como por la maquinación diabólica, en el que se disputan las fronteras siempre inciertas entre fantasía y realidad.